domingo, 5 de abril de 2009

La hipocresía perpetua

Si la escasez de mecanismos para enfrentar la crisis económica, reconocida a regañadientes después de proclamar urbi et orbi un blindaje de bunker, sirve para que el Gobierno deje de levitar sobre la realidad y, con los pies sobre la tierra, admita que el Ejecutivo es solo uno de los poderes del Estado, yo sentiría aligerado el peso emocional de saber que el horno de mi inmediato y personal futuro no está para galletitas.


Pero tengo mis dudas que no desvanece la retórica del presidente Leonel Fernández, convocando ahora a una “alianza estratégica” a los municipios, órganos de poder local cuyas prerrogativas legales ha ignorado olímpicamente, mandando a las calendas griegas –sin rubor institucional ninguno— el cumplimiento de la Ley 166-03 del Distrito Nacional y los Municipios y su justiciero mandato de otorgar el 10 por ciento de los ingresos corrientes a los cabildos.


Siempre menos del cuatro por ciento cada año y los municipios van de robo, es lo que ha repetido Fernández, con otras palabras desde luego, descreído del influjo democrático de la descentralización, córvido acaparador de méritos de cualquier naturaleza y tamaño, para quien propiciar que los gobiernos locales funcionen conspira contra la construcción de su propio mito de taumaturgo.


Ahora, cuando las protestas populares le han llevado el agua al cuello, habla de “alianza estratégica” con los ayuntamientos y sin sonrojo los convoca a una moderna guerra de las cruzadas contra los infieles que piden obras sencillas, nada fatuas: caminos vecinales, pequeños acueductos que los acerquen un poco más al siglo XXI, aulas en las que puedan soñar que son parte de la “sociedad del conocimiento”, hospitales que no los dejen morir de enfermedades curables o prevenibles. Cosas, en fin, de gente común y corriente, que no menosprecia a los contrarios por creerlos tarados; gente que estaría feliz con la gestión de Fernández si le satisficiera estos reclamos elementales para hacer más llevaderas sus elementales vidas.


La Federación Dominicana de Municipios (FEDOMU) acogió positivamente esta hipócrita y oportunista llamada de auxilio de quien ha tratado a sus miembros a puntapiés. Nada de trapitos al sol, nada de recriminaciones por las ofensas y el avasallamiento anteriores. Y eso está bien, porque de lo que se trata es de que las cosas mejoren para la población, si es que se puede, no sostener un tour de force con el presidente Fernández, que sería tan inútil como ridículo.


Pero como yo no soy la FEDOMU sino una ciudadana con los ojos abiertos frente a la realidad de su país, proclamo a viva voz que me ofende el cinismo del mandatario cuando habla como si la relación entre el Poder Ejecutivo y los municipios hubiera sido siempre una relación de iguales, y no la reproducción política del perverso binomio de la caridad y el mendicante.


Y digo y repito como un sinfín que estoy "jarta", de verdad, muy "jarta" del kitsch de nuestro público e impúdico espectáculo y del silencio de los espectadores.

5 comentarios:

  1. Mujer. Sencillamente magistral. Adelante, colega, adelante. Eso es Periodísmo de la verdad: decir al poder, sobre todo al Faraón que ocupa la silla de alfileres, la misma silla de siempre, que en este paisaje insular hay gente que sabe pensar, porque una vez aprendió a leer. Y no hay manera de que abandone ese "vicio" bendito. Enhorabuena.

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  2. Soy amigo de Rocambole y el me dijo que te dijera : que bravò y bravò que no desmayes
    que tampoco te pierda el restaurant de bellas artes, que la vida es bella, a pesar de todos estos farsantes... Que no desmayes, que eres bella y eres mas bellas àun cuando piensas por todos aquellos que tienen miedo al hacerlo.

    De ti siempre, NP...Besos grandes..

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  3. Bravo, sabes que estamos contigo

    Elpidio Valdez

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  4. Toda vez que leo sobre los desbandes de la administración criolla dominicana recuerdo aquel viaje a "Los Haitises", mi corazón apresura su latir, y bombea la sangre necesaria para que mi cerebro experimente aquella visión como en un flash-back, y la Yautía se viene a mí, y la noche en que los enormes ratones invadieron la casa que amablemente nos hospedó a cambio de un poco de dinero y comida. Y esa pobreza sale por mis ojos, humedece mi rostro y se aprieta mi garganta. Y recuerdo a Diógenes Piña, un admirador de Neruda que sabía más que yo mismo del rojo premio nobel, y lo veo durmiendo en el suelo por no querer compartir la misma cama atormentado por ese sentimiento "machista" que le aflora al hombre dominicano mientras nocturnos visitantes aparecían en manadas asombrosas trayendo consigo una sonajera de cientos de patas del demonio reptando las vigas de una casa humilde donde el señor dueño de mas de 55 años convivía ya 8 años sin pudor alguno con una chica de 20, que desposo a la tierna edad de "12" años, tal y como se estilaba y era común en aquel pequeño pueblo llamado Pilancón, puerta de entrada al Parque Nacional Los Haitises.

    Y caminaban hacia dentro del parque con sus mulas, delgados y sigilosos al amanecer y de vuelta se les vería horas después. Los hombres y mujeres de aquel extraño y humilde pueblo se adentraban kilometros -que para mí fueron martirio- a pequeños y secretos conucos de yautía donde sembraban y cosechaban aquello con que vivían. Y prohibición de hacerlo tenían, pues el "estado" el parque "protegía". Ilegalmente sembraban, para los empresarios trabajaban, los conucos jamás encontraríamos, los campesinos se encargarían de "embolarnos la perdíz", proteger al empresario que les daba miseria echando sobre sus desgastadas manos unos pocos chelitos, comprando el silencio y generando una complicidad temerosa, como de los años de la esclavitud norteamericana, y como va a ser piensa uno, en esta era que de aquella es tan lejana.

    Y así es República Dominicana, y toda vez que leo y veo de mi amada Quisqueya, recuerdo esos rostros campesinos, con esa sonrisa tierna, tostadita, cálida escondiendo el hambre y el aburrimiento de una dieta alimentaria básica, donde la yautía era acompañada con más yautía, y se hacía el dominicano la idea que alimento variado existía.

    Y no sé que opinar hoy yo que dominicano no soy, pero traigo estas historias que logré vivir, que calaron hondo en mí.

    Que hablan de pobreza pero tambien de fortaleza, porque nada sabe el campesino de municipios, quizás Fernandez conoce bien a su gente de corbata con esas sonrisas de fotos y conferencias, anunciando que se destinan fondos, y como haciendose unos beatos ponen caras de sensatos...para las cámaras es necesario, las mejores intenciones enarbolan una mano adelante y la otra por atrás, sonríen pero piensan cuanto de aquello hurtarán, imaginan la nueva "yipeta" o el viaje a "nueva yol" ohh en que lindo avión de nuevo volarán.

    Pero ese campesino cada amanecer vuelve a poner riendas a su mula, y se adentra silencioso, delgado y sigiloso sin esperar que a su boca el politico traiga aquello que tanto evoca.

    Como una jauria de ratas de corbata arrasan con los recursos de mi campesinado, el dinero se diluye en cada paso dado, cada cual "muerde" fieramente, dejando poco al siguiente.

    Y la vida transcurre en los campos de República Dominicana, y se hace canción en los campos.

    Y la desesperanza cunde.

    Ya nadie espera.

    Es así.



    Alejandro Rivera
    Chile

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