viernes, 26 de febrero de 2010

¿De qué tolerancia hablamos?




Con ocasión de la frustrada presentación del libro de Angelita Trujillo este jueves, Cosette Álvarez compartió con las personas de su lista de correo su intercambio de opiniones con Fernando Infante, instando a convertirlo en debate colectivo. Esta fue mi respuesta:
Creo en la tolerancia, pero no en la permisividad que se arropa con su nombre. En este lenguaje posmoderno del que nos apropiamos por ósmosis, “tolerancia” se ha convertido en un concepto vacío, y eso no va conmigo.

Estuve anoche en el hotel Santo Domingo como periodista pero también como ciudadana que rechaza toda forma dictatorial de gobierno. Y estuve como amigahermana de Carmen Imbert, ofendida y lesionada por la dictadura, y que ahora ve la memoria de su padre asesinado insultada por la hija del dictador. No participé de las consignas, aunque no pude reprimir el impulso de cantar el himno del 14 de Junio. Miré con pena a los escasos y envejecidos asistentes al acto que no se celebró, y con comprensión, con infinita comprensión, a quienes impidieron que se celebrara. Unos y otros no son equiparables, incluso si como les gritara a estos últimos una desaforada trujillista, casi en su totalidad se beneficiaron de la dictadura. Al final pagaron un precio no reembolsable con los beneficios derivados de la proximidad al régimen.

Calificar la protesta de anoche de pueril es hacer un uso temerario del lenguaje. Pero en términos políticos, que no nos pase desapercibido, es un claro propósito de convertir en puerilidad lo que ocurrió en el país entre 1930 y 1961, con la sospechosa alegación de que hay que oír respetuosamente la versión de los contrarios.

Pensemos, además, que en el libro de presentación frustrada no solamente habla la hija del dictador –que para mí es lo de menos—sino que se distorsionan hechos históricos comprobados y sancionados por nuestros tribunales de justicia, como es el asesinato aleve de las hermanas Mirabal. Hay difamación y hay injuria, y nadie le puede pedir a un difamado e injuriado que reaccione con la flema de un gentleman inglés, aun cuando tenga el recurso de acudir a los tribunales en busca de resarcimiento.

Tampoco apelaré a las leyes que prohíben la apología trujillista para decir que el libro no debe permitirse. No toda ley beneficia la democracia, aunque sea, o debería ser en este caso, de estricto cumplimiento. Así que no me pregunto por la legalidad del frustrado acto de anoche.

Lo que sí me pregunto es cómo una universidad, sea cual fuere su crédito académico, auspicia la puesta en circulación de un libro que no puede ni merece ser respetado en términos metodológicos, escrito por alguien sin aval intelectual alguno que osa opinar, movida por quién sabe cuáles resortes, sobre un período cuyo análisis debe ser hecho con absoluta rigurosidad. Y esto me preocupa más que cualquier cosa, porque es una demostración dolorosa de la decadencia de la función y el pensamiento académicos.

Pero volviendo a la tolerancia, no como concepto incoloro sino como práctica social que acepta la diferencia pero que no respeta ideas, hago mío lo que le dijera un amigo, benedictino por demás, al filósofo español Fernando Savater: “La tolerancia es algo hermoso, pero no olvides que cierta intransigencia siempre forma parte de la salud mental”. Y agrego yo que también de la social.

1 comentario:

  1. mucho tiempo que no te leia, y me estaba perdiendo esta forma tan hermosa que tienes para narrar...grande margarita te admiro ;^)

    Alejandro Rivera
    Chile

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