Jano con tortícolis

No dudo de que como dijera Leonel Fernández el pasado domingo, el Partido de la Liberación Dominicana retenga en mayo la mayoría congresual y aumente su dominio en las alcaldías. Al oficialismo, está demostrado, no le ruboriza el uso de los recursos del Estado, financieros y de cualquiera otra índole, en beneficio de sus propósitos políticos y partidistas, y pocas dudas caben de que los utilizará pródigamente para reafirmarse como “la primera fuerza política del país”.

Además, y desde hace más de un año, el oficialismo “come con su dama”, regocijadamente huérfano de oposición política. El narcisista Partido Revolucionario Dominicano está demasiado absorto en mirar el hermoso ombligo de su renovación como para perder tiempo en plantarle cara al desmadre de un Gobierno que insatisface cada día más el ideal de justicia social y de democracia política de la población dominicana. Por el contrario, le ha servido gustoso al logro de propósitos que ahora Fernández exhibe como hijos de su luminosa y clarividente taumaturgia. Verbigracia, la controvertida Constitución proclamada el pasado 26 de enero.

Pero aun cuando no dudo –repito— de que la arrogante suficiencia electoral de Fernández sea fundada, llama mi atención que recurra otra vez al espantapájaros del “caos, el desorden y el retroceso” que, en su discurso y seguramente en su convencimiento, representa el PRD que utilizó para prevenir la aprobación de la hipermoderna “Constitución del siglo XXI”.

El del domingo es un discurso de remisión al pasado, umbilicalmente atado a 1996. Un discurso para inducir el miedo, como si dudara de que las diferencias entre peledeismo y perredeísmo estén suficientemente claras y puedan ser discernidas de manera racional. Un discurso demasiado balaguerista para ser deglutido sin riesgos de oclusión traqueal, esa que causa la muerte lenta de las esperanzas de que el país sea gobernado alguna vez por un Rousseau tropicalizado y moderno, y no por un Jano con tortícolis.

Las encuestas aludidas sin más detalles por Fernández quizá demuestren su veracidad en mayo. Pero los resultados anticipados no serán, sin embargo, la constatación de una supremacía moral, sino la de la manipulación miserable de los recursos del Poder (así, con mayúscula).