miércoles, 31 de marzo de 2010

En el país de los mil y un cuentos


A fuerza de oír sus “explicaciones”, los dominicanos y dominicanas nos vamos convenciendo de la poca estima que sienten los funcionarios del gobierno, incluido el presidente Leonel Fernández, por la inteligencia colectiva. Las historias tejidas alrededor de los más recientes escándalos no dejan lugar a ninguna otra conclusión. Definitivamente, nos creen tontos irrecuperables.

Por ejemplo, un borrosísimo vídeo tomado por una cámara de seguridad en un centro comercial boricua, en el cual aparece una pareja que puede ser millones, permite al fiscal del Distrito Nacional, Alejandro Moscoso Segarra, dar como verdad axiomática que José Figueroa Agosto y Sobeida Félix Morel andaban despreocupadamente de compras y pagando en efectivo en el moderno San Juan. De opiniones periciales nada, que para el aserto le basta a nuestra eminencia con su ojo de buen cubero. Si la DEA, el FBI, y el Cuerpo de Alguaciles, todos de los Estados Unidos, no se habían enterado hasta ahora de las turísticas andanzas del capo y su cómplice en territorio que les pertenece, peor para ellos. Aquí, en este país inverosímil, ya sabemos que atrapar a Figueroa Agosto y a Félix Morel es tarea ajena, no dominicana, y colorín colorado…

¿Pero en verdad terminó el cuento? No, Scherezade sabe que si se calla correrá la fatal suerte que le ha reservado el sultán. Así que contará durante mil y una noches fantásticas historias con el propósito único de salvar la vida. En esta República Dominicana sin atributos, incontables Scherezades se adelantan a la noche para contarnos soporíferos cuentos diurnos. Son un coro imparable, aunque no siempre armónico.

“En la República Dominicana, nadie va a desafiar (sic) la justicia. Nadie va a burlarse de la ley. Nadie va a retar al Estado democrático. Podríamos (sic) tardar más o menos tiempo. Pero sólo habrá un final: detener a los criminales, llevarlos ante la justicia y hacer que cumplan su condena”, dijo Leonel Fernández en su discurso del pasado 27 de febrero, refiriéndose de manera implícita a un hombre que identificándose como Figueroa Agosto, hizo una segunda llamada al programa “El gobierno de la mañana”, transmitido por la Z-101.

A juzgar por lo dicho por Moscoso Segarra, Figueroa Agosto no solo desafió a la justicia, sino que le sacó expresivamente la lengua a Migración, si salió por alguno de nuestros aeropuertos; a la Marina de Guerra, si lo hizo en yola o yate; y al Instituto Dominicano de Aviación Civil si su fuga del país se produjo en un avión privado, de esos que se les pierden a los radares en lo que dicen berenjena. Y, otra vez, colorín colorado. Moraleja: el 27 de febrero el presidente Leonel Fernández hizo un cuento del hay que pasar la página.

En el ínterin, aparecieron Arturo del Tiempo y sus 1,200 kilos de cocaína purísima llegadas sin suerte al puerto de Valencia, España. Y a partir de ese momento, sus inversiones hipermillonarias, evidencia probatoria de que “e’ palante que vamo’”—presidente Fernández dixit— se convirtieron en escándalo, aquí y acullá.

Los Scherezades travestidos, algunos de los cuales tienen a Wikipedia como supremo recurso de autoridad intelectual, despotrican contra todo intento periodístico de poner los puntos sobre algunas oscuras íes. Perlas ha habido incontables, pero ninguna destaca como la muy huérfana de pedir respeto para la presunción de inocencia de Arturo del Tiempo. ¿Lo pedirán también para José Antonio Hidalgo de Marchena? No lo dudo: el miedo acicatea los disparates.

Pero, ya lo he dicho, nos creen deficientes mentales, y de ahí que no se ruboricen cuando parlotean, elusivos, sobre la corrupción y el narcotráfico. Son los dueños del circo, dirán, pero ¿hasta cuándo?

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