Hace días que me exprimo el cerebro tratando de entender el porqué del repentino cambio de interés geopolítico del presidente Leonel Fernández, tan inquieto siempre por lo que pasa más allá de nuestras fronteras marinas y por construirse una imagen, que ya es autoimagen, de árbitro internacional.
De las vecindades latinoamericanas, en las que trató de ejercer de mediador antonomástico, se ha mudado al Oriente Próximo. Primera pista del cambio: a finales de julio pasado la FUNGLODE celebra un foro sobre el conflicto israelí-palestino que concluye declarando la convivencia de dos Estados como única salida posible. El presidente Fernández, dueño de la institución y anfitrión del foro, se anticipa a la lectura de la declaración final y la resume en clave apodíctica: “Uno ya está creado, el (Estado) de Israel, al que hay que dar seguridad, y el de Palestina, con definición territorial. Esa es la única solución posible para el conflicto en la región”. Una verdadera joya.
No hay que ser versado en política internacional, sino tener una pizca de curiosidad intelectual, para saber que desde los llamados Acuerdos de Oslo de 1993, las negociaciones de paz entre Israel y Palestina giran alrededor de la creación de un Estado palestino. Y que, además, es esta también posición asumida por el Consejo de Seguridad de la ONU en su Resolución 1397 del 12 de marzo de 2002. Ergo, el retraso de la iluminada conclusión del foro funglodeano es pasmoso y el gasto incurrido, innecesario.
Dos meses después del evento celebrado por su fundación, Fernández protagoniza dos llamativos hechos. Posiblemente no sean la guinda del pastel, pero sí demostraciones fehacientes de su nuevo arrebato misional: la expresión a Mahmud Abás, líder de la Autoridad Palestina, del deseo de su gobierno de que “la comunidad palestina residente en República Dominicana pueda participar activamente en jornadas de discusión acerca del conflicto en Oriente Medio” (lo traicionó su bilingüismo porque, en español, esa zona es llamada Oriente Próximo), y el ofrecimiento al rey jordano Abdalá II de su colaboración “para fortalecer el proceso de paz” israelí-palestino “a través de la formación de una red en América Latina”. No haré consideraciones sobre ninguno de estos dos (des)propósitos, mas confieso que me plantean algunas interrogantes extrapolíticas.
Puede que sea mera conjetura, pero en mi esfuerzo por entender la conducta presidencial encontré una relación entre la súbita muerte de su preocupación por la paz en América Latina, y particularmente entre Venezuela y Colombia, y el impetuoso nacimiento de su preocupación por la paz en el Oriente Próximo. Como desencadenantes de la primera me aventuro a mencionar dos hechos que dejaron meridianamente claro que los sudamericanos no necesitan de la República Dominicana para dirimir sus diferendos: uno, el papelazo que hiciera Fernández en marzo de este año, cuando Venezuela expresó su “preocupación y molestia” por su "agenda unilateral de mediación", lo que obligó al Gobierno a excusarse con Caracas; otro, el silencio guardado por el entonces presidente electo Juan Manuel Santos durante su visita en julio al país en momentos en que el conflicto colombo-venezolano estaba al rojo vivo, pese a que el mandatario dominicano había anunciado desde Cuba, donde se encontraba, que lo recibiría como parte de sus gestiones mediadoras. Para algo existen Kirchner y UNASUR.
Desde ese último acontecimiento Fernández no ha vuelto a dar notación alguna de interés por los desencuentros latinoamericanos. Lo suyo, ahora, es ofrecer sus servicios pacificadores en una región del mundo que muy pocos dominicanos somos capaces de ubicar en el mapa.
Cosas veredes, Sancho, que non crederes.
De las vecindades latinoamericanas, en las que trató de ejercer de mediador antonomástico, se ha mudado al Oriente Próximo. Primera pista del cambio: a finales de julio pasado la FUNGLODE celebra un foro sobre el conflicto israelí-palestino que concluye declarando la convivencia de dos Estados como única salida posible. El presidente Fernández, dueño de la institución y anfitrión del foro, se anticipa a la lectura de la declaración final y la resume en clave apodíctica: “Uno ya está creado, el (Estado) de Israel, al que hay que dar seguridad, y el de Palestina, con definición territorial. Esa es la única solución posible para el conflicto en la región”. Una verdadera joya.
No hay que ser versado en política internacional, sino tener una pizca de curiosidad intelectual, para saber que desde los llamados Acuerdos de Oslo de 1993, las negociaciones de paz entre Israel y Palestina giran alrededor de la creación de un Estado palestino. Y que, además, es esta también posición asumida por el Consejo de Seguridad de la ONU en su Resolución 1397 del 12 de marzo de 2002. Ergo, el retraso de la iluminada conclusión del foro funglodeano es pasmoso y el gasto incurrido, innecesario.
Dos meses después del evento celebrado por su fundación, Fernández protagoniza dos llamativos hechos. Posiblemente no sean la guinda del pastel, pero sí demostraciones fehacientes de su nuevo arrebato misional: la expresión a Mahmud Abás, líder de la Autoridad Palestina, del deseo de su gobierno de que “la comunidad palestina residente en República Dominicana pueda participar activamente en jornadas de discusión acerca del conflicto en Oriente Medio” (lo traicionó su bilingüismo porque, en español, esa zona es llamada Oriente Próximo), y el ofrecimiento al rey jordano Abdalá II de su colaboración “para fortalecer el proceso de paz” israelí-palestino “a través de la formación de una red en América Latina”. No haré consideraciones sobre ninguno de estos dos (des)propósitos, mas confieso que me plantean algunas interrogantes extrapolíticas.
Puede que sea mera conjetura, pero en mi esfuerzo por entender la conducta presidencial encontré una relación entre la súbita muerte de su preocupación por la paz en América Latina, y particularmente entre Venezuela y Colombia, y el impetuoso nacimiento de su preocupación por la paz en el Oriente Próximo. Como desencadenantes de la primera me aventuro a mencionar dos hechos que dejaron meridianamente claro que los sudamericanos no necesitan de la República Dominicana para dirimir sus diferendos: uno, el papelazo que hiciera Fernández en marzo de este año, cuando Venezuela expresó su “preocupación y molestia” por su "agenda unilateral de mediación", lo que obligó al Gobierno a excusarse con Caracas; otro, el silencio guardado por el entonces presidente electo Juan Manuel Santos durante su visita en julio al país en momentos en que el conflicto colombo-venezolano estaba al rojo vivo, pese a que el mandatario dominicano había anunciado desde Cuba, donde se encontraba, que lo recibiría como parte de sus gestiones mediadoras. Para algo existen Kirchner y UNASUR.
Desde ese último acontecimiento Fernández no ha vuelto a dar notación alguna de interés por los desencuentros latinoamericanos. Lo suyo, ahora, es ofrecer sus servicios pacificadores en una región del mundo que muy pocos dominicanos somos capaces de ubicar en el mapa.
Cosas veredes, Sancho, que non crederes.
Eh que ese hombre ta loco! Como le van a hacer caso a ese furufita, QUE AHORA SE CREE UN FARAON!
ResponderEliminarNo jod., mejor trate de arreglar todo lo que usted y su PLD a funio en la Rep.Dom.
CARMEN LOPEZ
Ay Margarita!!! Nunca podría esperar menos de tí!! Qué Dios me libre de ser castigada con el látigo de tu fina pluma. Pero tienes toda la razón, de hecho creo que LF busca un entretenimiento alternativo para distraerse en otros afanes, mientras su deficiente gestión va cada día más en picada. Pareciera que quiere precipitar su posible escapada hacia algún organismo internacional ya existente, y si no lo logra, entonces FUNGLODE será el instrumento.
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