Que me perdonen sus llorosos áulicos, pero en el discurso de Leonel Fernández renunciando de manera “voluntaria y espontánea” a la repostulación, no hubo el menor asomo de grandeza moral o política. Si hubo, y en dosis preocupantes, la afirmación de una autoimagen que lo llevó a compararse con Aníbal, el general cartaginés considerado el más grande estratega militar de todos los tiempos.
Leonel Fernández no declina porque, pese a las humanas tentaciones, reconoce la supremacía de la Constitución y su deber de respetarla. Por el contrario. Buena parte de su discurso estuvo dedicada a demostrar que carecen de razón quienes afirmaron que la hasta hoy eventual postulación sería violatoria de la Constitución. Se empeñó en “desmontar” esta interpretación enumerando prolijamente los mecanismos a la mano si hubiera decidido aventurarse en el 2012. ¿Acaso no cuenta con la incondicionalidad del Congreso, su arma arrojadiza contra cualquier prurito jurídico?
Lo dijo enfático: no hay impedimento constitucional ni jurídico que se interponga a su voluntad. Sus consideraciones no son legales ni constitucionales, sino políticas. Si renuncia, como ya lo hizo en el 1998 cuando el propio Joaquín Balaguer le propuso salvar la patria de demagogos e irresponsables, es porque él resuelve hacerlo pese a tener a más de dos millones de electores en el bolsillo y un currículo político rebosante de victorias logradas por su genio.
Su decisión no es, por tanto, un acto de acatamiento democrático de la Constitución, sino magnanimidad personal, condescendencia con esta sociedad política ágrafa sobre la que planea sin ni siquiera salpicarse. Por eso protagoniza, por segunda vez, “lo que no se había hecho en la historia dominicana: declinar, de manera voluntaria y espontánea, con actitud de desprendimiento, a una nueva repostulación presidencial”.
Termino como comencé: no hubo en lo dicho por Fernández grandeza moral o política alguna, pero sobró un enfermizo narcisismo que termina provocando malestar. Quizá Fernández no lo ha pensado, pero este discurso, que banaliza las instituciones, que eleva a categoría de premisa conceptual el viejo refrán de que quien hace la ley también hace la trampa, puede ser su batalla de Zama.
Margot: tú no mereces morirte...nunca te olvidaré.
ResponderEliminarMuy bien analizado el discurso, personalmente a mi me preocupo que alguien se enaltezca de esa manera???, no se sabe cuales serán sus intenciones.
ResponderEliminarBueno, Anibal finalmente fue derrotado, como diría el pueblo, que cachaza.
Uciudadanocomun
QUE GENIO!
ResponderEliminarSoy uno de los tantos aulicos(pero no estoy llorando), luego de anoche me siento mas convencido de que no estoy equivocado al seguir a LF...Si lamento que tal vez no viva para cuando el vuelva...Quisiera preguntarle conoce usted algún líder, estadista, político,grande hombre sin esa "pizca de narcisismo"?...No cree usted que sin esa "grandeza moral y política" que su razonamiento lucido le niega pudo acudir a los elementos constitucionales que le permitían al menos intentar reelegirse?..Perdón por ocupar su tiempo con estas nimiedades...
ResponderEliminarLO QUE PASA ES QUE EDUCACION ENTRA POR CASA, ESTAMOS CLARO QUE LEONEL ES UN BUEN ESTADISTA, PERO ANTE TODO ESTA LA CONSTITUCION Y HAY QUE RESPETARLA, Y SI EL LE CRITICO ESO A HIPOLITO EL NO PUEDE DAR EL MAL EJEMPLO, POR LO TANTA HAY QUE DARLE EL CHANCE A OTROS NUEVOS JOVENE Y ESO TAMBIEN VA PA LOS JUECES DE LA SUPREMA
ResponderEliminarPobre de Margarita la Cordero para no confundir con la Dama de la Republica. Estaura tubo Hipo, Eh!! Margarita. Cosas veredes, cosas veredes
ResponderEliminarLo preocupante del simil con anibal es que, la consecuencia para Anibal de no entrar en Roma, fue la toma de su propia ciudad por los Romanos, asi como la derrota de las guerras punicas. Quiera Dios que esta decisión no represente la perdida del poder a manos del PRD.
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