domingo, 27 de marzo de 2011

Reelección contra viento y marea


Solo aquellos a quienes resulta más cómodo, o menos angustiante, cerrar los ojos a la realidad; aquellos que eluden desasosegarse con los estragos que la esquizofrenia política del presidente Leonel Fernández causa al país, afirman todavía que este no intentará repostularse. El discurso de este domingo en el Palacio de los Deportes es aceptación de la idea promovida por sus cortesanos de la necesidad, para ellos imperiosa, de prolongar su presidencia porque es epítome del “progreso”.


No otra cosa que anuencia es su afirmación de que el Partido de la Liberación Dominicana deberá decidir “cuál es el futuro que corresponde a la República Dominicana”. Si “futuro” es igual a “destino”, la publicidad reeleccionista anticipa la respuesta. Nuevamente la “raya de Pizarro” balaguerista. El argumento maniqueo sobre el “progreso” y el “retroceso”, como si el tiempo se hubiera detenido.


El lenguaje nunca es inocente. Y no lo fue, tampoco, el utilizado este domingo por el presidente Fernández en el acto reeleccionista. Aquello que algunos interpretan como “indefinición” fue violento emplazamiento a los peledeístas a hacer causa común con sus propósitos. Él, dijo, es el “garante” de que las firmas ofrecidas “espontáneamente” se conviertan en votos para el PLD, del cual es “soldado”; extraña –pero no cándida— manera de “reducir”, con un hipócrita encubrimiento lingüístico, su “insustituible” aval de la permanencia morada en el poder. Juega con las palabras para dar una orden cuyo cumplimiento lo exonere –eso pretende— del fardo de la decisión política de atropellar la Constitución, nunca antes como ahora mero pedazo de papel de múltiples usos.


Más que bifronte, sofista, calificó de “plebiscito popular” a la recolección de firmas. Él sabe que no lo es, pero otorgarle calidad plebiscitaria a las firmas –cuyo número real nunca podrá ser comprobado como tampoco es certificable la calidad del acopio — es un imperioso metamensaje a su partido para aceptarlo como el elegido: conserva, mágicamente intacto, el favor electoral de hace casi tres años atrás. Ningún otro precandidato podría, ni por asomo, alcanzar un grado tal de respaldo. Él lo mantiene porque es su artífice, su taumaturgo. Nadie puede robárselo. Esos votos le pertenecen a él como individuo, y solo serán depositados por él.


Por tanto, el apoyo no es solo lo que aparenta ser, sino más: es un apoyo indiviso y no tiene legatarios. La recogida de firmas no enfrentó a los firmantes a otra cosa que no fuera su permanencia en el poder. La finalidad, y la lectura, del “plebiscito” es solo una: pedirle que se quede. ¿Quién puede discutirlo? No el PLD ni cualquiera de los aspirantes a sucederle: él, y nadie más, ruge como un león, único rey de la selva que es la República Dominicana.


Intentará ir nuevamente en pos de la presidencia, nadie lo dude porque él no da lugar a equívocos. Usará su bovina mayoría en el Congreso para adecuar lo inadecuable: convertirá su “emoción” de este domingo en mandato. “El país entero ha dicho que sí. El país se ha expresado hoy y hemos todos asistido a eso que se llama la democracia plebiscitaria por iniciativa popular de la República Dominicana”. Interpretación políticamente canalla y abusiva que lo retrata de cuerpo entero.

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