domingo, 6 de noviembre de 2011

Divagando sobre Danilo y Margarita y la cultura del "problem solving"


1.



Es mucho, aunque falta aún más, lo ya dicho sobre este binomino anunciado el pasado miércoles; intempestivo torniquete para detener la hemorragia de críticas a la desangelada intervención de Danilo Medina en el almuerzo de la Asociación de Industrias de la República Dominicana el día antes, y a todas luces decidido con urgencia médica por los inquietos estrategas de la campaña.

Nada novedoso, aunque el coro de alabarderos de Margarita Cedeño procure presentar la selección como el epifánico desentrañamiento de una incógnita. Desde muy poco después de su “renuncia” a la precandidatura presidencial, comunicada en una almibarada transmisión televisiva que además de soportar debimos haber pagado todos los dominicanos, se podía presumir cuál sería el destino político de quien se ha dotado de una imagen pública gracias a los recursos públicos.

Ella misma y su marido, el presidente Leonel Fernández, no sintieron el menor sonrojo en ponderar y ventilar sus “méritos” para el cargo de manera repetida, cuando lo estilado en el “disciplinado” Partido de la Liberación Dominicana era dejar a la libérrima decisión del candidato la elección de su compañero de boleta. La tapa al pomo fue el “desliz” de Félix Bautista la semana anterior al anuncio, demostración fehaciente de la indefensión política de Medina.

Mas el golpe de efecto de la “elección” no ha borrado la desfavorecedora imagen dejada por Medina en el almuerzo de marras, por el contrario, ha contribuido a reforzarla. Esto así por dos razones elementales: una, su intención precipitante es demasiado obvia aun para el más lerdo; otra, confirma como cierta la hipótesis de su extrema dependencia del poderoso grupo de fidelísimos seguidores del presidente Fernández. La valía propia de Medina ha quedado sepultada por este alud de poder que lo arrasa todo. ¿Dónde acopiará fuerzas para gobernar por sí mismo?


2.

Las prioridades en educación del presidente Leonel Fernández, establecidas al margen de los reclamos sociales y de antiguos compromisos variopintos, radiografían la visión que del país y su población tiene quien nos gobierna.

En diálogo con el reputado asesor francés Jacques Attali, Fernández decide el cuál, el cómo y el para qué de la educación que deben recibir los dominicanos y las dominicanas: la que necesitan los operarios de una gran zona franca.

Me figuro, puesto que determina omnímodo, que Fernández también se ve a sí mismo en un futuro cercano y de perspectivas prolongadas, planeando sobre la población de ilotas al servicio de las transnacionales tecnológicas en los que quiere convertirnos.

En el esquema educativo que es el suyo, mandados a paseo el Plan Decenal y los esfuerzos conjuntos del Ministerio de Educación y organizaciones de la sociedad civil, lo privilegiado por Fernández es la creación de “institutos técnicos según el modelo de los Community College estadounidenses en informática, electrónica, mantenimiento, gestión de calidad y formación técnico-comercial”. Nadie lo inventa. Lo escribe Attali en la minuta de la reunión entre ambos del 27 de junio pasado.

De adquirir capacidades de abstracción, esas que llevan a  conceptualizar, nada de nada. En el mercado globalizado, el peón no necesita construir un pensamiento crítico. Las ciencias sociales y humanísticas indigestan al vulgo. En todo caso, a este tropicalísimo país le basta y le sobra con la solitaria y enciclopédica iluminación de Fernández,  quien está convencido de que solo la coyuntura, que no la Historia, lo separa transitoriamente del poder.

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