No es que no haya nada sobre qué escribir. Temas abundan, solo que son los mismos de aquella época, ya lejana, cuando yo era joven y tenía ganas inagotables de hacer y decir cosas. El país se muerde la cola. Ahora que pinto canas abundantes, el entusiasmo no me sobra, lo confieso. Cuesta escribir siempre sobre lo mismo, dar vueltas a la noria. El tiempo personal no es una excusa, es una constatación irremediable. Dice Heller que el tiempo es la irreversibilidad de los acaeceres, y a mi me place creerle.
Cuando era aún adolescente estaba obligada a ver en la sala de mi humildísima vivienda una placa enmarcada, dorada pero no reluciente, con la imagen de Trujillo y una leyenda que mandaba al carajo a mi padre, tan digno, tan imitable: “En esta casa Trujillo es el jefe”.
Omnímodo, omniscio, omnipresente, todos atributos de Dios, el dictador era eso por obligación: el jefe de mi casa, que no eran las cuatro paredes endebles en las que yo vivía, sino el país en el que mustiaba mi adolescencia bajo el sol incandescente del Malecón los días de desfile en su honor, o a la sombra del lapidario silencio colectivo. Él lo era todo: creador de la patria nueva, adalid del anticomunismo, artífice del Estado moderno contrapuesto a la montería incivilizada de los caudillos de las primeras tres décadas del siglo XX dominicano.
Cincuenta años después, cuando bajo el puente de mi vida ha pasado todo tipo de agua, debo aceptar –eso pretenden-- que me impongan la percepción de que el país del que soy parte está regido por la magnificente inteligencia de un híbrido tropicalísimo de John F. Kennedy y Bill Clinton, merecedor de todos los elogios, no importa si ridículamente hiperbólicos, no importa si comprados con los dineros .públicos, porque lo relevante es que este híbrido del que me hablan planea sobre la irrelevancia de los habitantes de este pedazo de ínsula que no es, como no lo fue la Barataria, “movible ni fugitiva”, pero sí al parecer condenada, a diferencia de aquella, a no tener raíces hondas “echadas en los abismos de la tierra”.
Aquí estoy, pues, sin los ánimos de mi lejano ayer adolescente pero pese a todo insumisa, rechazando con rabia los ideologemas leonelistas, los ardides del mitómano, la falta de escrúpulos de su práctica política. Sujeta sin escapatoria a los efectos de una transculturización gobernante que no es criticable en sí misma si no hubiera parido monstruos, como en el caso que nos ocupa, vengo aquí sangrantemente dispuesta, tras meses de silencio, a decirle ¡basta! al uso del país como afrodisíaco y condón al mismo tiempo. Vuelvo, pues, a las andadas blogueras.
No sé hasta cuándo, pero vuelvo.
Margarita a la verdad que eres extraordinaria. Dices las cosas que tanta gente quiere decir y no puede externar por diferentes razones. Eres la voz de los que días a días nos revelamos por esa forma desconsiderada, cínica, avasallante, leonina, devoradora y corrupta de ejercer el poder de Leonel Fernandez y el PLD. De este hombre que se masturba día a día con el narcicismo y acrecienta su ego hasta la ciegues. Más, ten por seguro que el Condón se le pinchara o romperá y el semen será millones de voto de este pueblo que cobrara en las urnas tanta ignominia. SIGUE ESCRIBIENDO MUJER! Dinorah Cordero
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