sábado, 26 de noviembre de 2011

El Congreso contra los pobres



Leí  recientemente la anécdota según la cual durante la Segunda Guerra Mundial un oficial alemán visitó a Pablo Picasso en su taller de París y al ver el “caos” del Guernica le preguntó: “¿Esto lo ha hecho usted?”, a lo que el pintor respondió: “No, ustedes lo hicieron”.

Utilizada por Slavoj Žižek en su libro Sobre la violencia, sirve al autor para desmontar la falacia implícita en buscar la violencia que llama “subjetiva” en malvados concretos, sean individuos o instituciones. Le sirve para denunciar la hipócrita elusión de la responsabilidad del que enjuicia en las causas generadoras del hecho violento que lo escandaliza.

Los legisladores dominicanos están creando nuevas normas legales con la perversa falta de culpa del oficial alemán frente a la historia de horror que narra el Guernica. Teniendo la sartén por el mango, aumentan penas, establecen nuevos plazos para la prisión preventiva, consagran la posibilidad del allanamiento nocturno, hacen con la ley, en fin, lo que les viene en ganas sin otro criterio “normativo” que el propósito, dicen, de atajar la criminalidad e inmoralidad que nos arropa y restituirle a la sociedad la paz perdida.

Se proclaman, y actúan en consonancia, los cruzados de la justicia y la sanidad social. Y como pueden hacer leyes de espaldas a la opinión de todos, concretan en estas o en las reformas de las existentes la vocación autoritaria que lastra al país.

Todos los juicios que emiten para justificar su conducta son apodícticos y conducen a decisiones inapelables: para controlar la delincuencia juvenil,  reforman el Código del Menor y aumentan las penas. Para prevenir que la cacareada –aunque no demostrada—indulgencia de la justicia ponga en la calle a narcotraficantes y delincuentes, modifican el Código Procesal Penal.  Si el comercio sexual infantil no puede ya ser tapado con un dedo, someten un proyecto de ley que otorga al Estado la potestad de controlar el acceso a internet en los sitios públicos para “evitar” que la pornografía llegue a la población infantil y adolescente. Si las trabajadoras sexuales “irrespetan” los monumentos patrios al ejercer el oficio en sus alrededores, molestan a los turistas y afean el paisaje, presentan un proyecto para crear una zona de tolerancia. Si de pronto alguien comenta con algún legislador sobre la pésima ortografía dominicana, al día siguiente recibe la cámara  un proyecto para multar estas agresiones al lenguaje y, encima, el ministro de Cultura lo apoya.

La ley, por tanto, no como garantía de derechos sino como dogal y el  Congreso como empresa de fumigación cuando, en buena lid, debe ser el Congreso el urgentemente fumigado de las escandalosas corrupción e incompetencia que lo desacreditan.  Ningún razonamiento, en el sentido inteligente de la palabra, ni discusión integral e informada de los problemas, ni asomo de respeto por las opiniones de los convocados a la pantomima de las vistas públicas.  Tan solo el uso arbitrario del poder de legislar y la alharaca de una moralidad de pacotilla. Son mastodónticos elefantes en la cristalería de la ya bastante lacerada democracia dominicana.

Ninguna de estas modificaciones y nuevos proyectos lograrán controlar nada porque la fiebre no está en la sábana. Está en la pobreza, en la escandalosa desigualdad social, en la falta de oportunidades, en la impunidad del delito de cuello blanco, en la corrupción del sistema político, en la sentina en que han convertido al país quienes lo mandan y han mandado.  Frente a las consecuencias de tantas inequidades, deberían saberlo los legisladores, no vale cerrar los ojos.

1 comentario:

  1. Carajo! Margarita tu siempre unica!

    Tu papa decia:"Los burros no saben de bizcochitos". Tu crees que ellos entenderan el mensaje?... Uhm.. Seguro que no. Los burros no saben leer.

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