sábado, 24 de marzo de 2012

Leonel Fernández y su advertencia sobre la tiranía de la mayoría


Desde que el pasado 4 de marzo un nutrido grupo de ciudadanos y ciudadanas publicara un documento advirtiendo de las nefastas consecuencias para nuestra endeble democracia de la permanencia del Partido de la Liberación Dominicana en el poder, los defensores abiertos y vergonzantes del oficialismo han pretendido descalificar esta posición por la vía más expedita para el irrazonable: la inhabilitación ética y política de quienes han puesto en el tapete el tema de la dictadura constitucional del peledeísmo.

Todos, sin excepción, han eludido el fondo del documento “Pacto democrático de fuerzas políticas y sociales para salvar la democracia del peligro continuista”. Y se entiende: no es lo mismo monologar que discutir, y mucho menos lo es aparentar que se conceptualiza que confrontarse con la conceptualización.

Pero además de ejercer de sumos sacerdotes y sacerdotisas de la impugnación, quienes defienden la opción electoral peledeísta han debido “olvidar” algunas tesis de Leonel Fernández sobre la naturaleza política del gobierno de Hipólito Mejía en el período 2000-2004.

Desempolvemos la memoria.

En una entrevista concedida a la revista española Cambio 16,  en su edición del 8 de diciembre de 2003, Fernández corrobora la definición de “fascista” que los entrevistadores Manuel Domínguez y J.E. Ballesteros aventuran para Hipólito Mejía, tras haber descrito aquel el talante autoritario del entonces presidente.

 “Es intolerante. No existe el periodismo crítico e independiente y los periodistas se sienten amenazados. Se intimida al periodista con detenciones arbitrarias para que practique la autocensura”, afirma Fernández.


“Eso es una actitud fascista”, dicen Domínguez y Ballesteros.

“Sí, ésa es la palabra: fascista”, responde Fernández sin que, imagino, se le sobresalte una sola neurona.

El 6 de febrero de 2006, cuando siendo nuevamente presidente hacía campaña a favor de los candidatos congresuales y municipales peledeístas, Fernández advirtió de la necesidad de variar la composición del Congreso por una más plural porque, de lo contrario, “si se repite el dominio hegemónico de una de las fuerzas políticas, entonces podremos caer en el riesgo de una tiranía de la mayoría”.

 “Aunque se ofendan conmigo, aunque resultan hipersensibles, yo repito aquí que lo que hay en las Cámaras legislativas es una tiranía de la mayoría que será sustituida el próximo 16 de mayo por una representación más plural y más democrática”, dijo entonces  Fernández.
De acuerdo con la crónica publicada por el periódico Hoy, y reproducida en Perspectiva Ciudadana, medio digital dirigido por un conspicuo peledeísta, Fernández afirmó que lo que estaba en juego en ese momento electoral era "la gobernabilidad en este país porque pretendiendo controlar el Senado de la República se proponen (el PRD) como objetivo asaltar las instituciones de este país, mediante un sistema de repartos de las funciones del poder público que excluya al PLD de las principales decisiones que tienen que ser tomadas en el país para consolidar la democracia y crear un verdadero estado de derecho que garantice la justicia social". 
Pues bien, aunque los peledeístas se ofendan, aunque resulten hipersensibles, de eso se trata ahora con mayor fuerza y razón que nunca antes: de recuperar el Ejecutivo como único poder que podría contrapesar el dominio casi absoluto que ahora tiene el PLD sobre el Estado, de hacerlo más plural y democrático.
Tiranía de la mayoría o dictadura constitucional, lo mismo da: lo que ahora vivimos y podría agravarse con un nuevo triunfo peledeísta es el control antidemocrático sobre la sociedad. El PLD en el poder no es un peligro posible, sino real, para nuestra precaria democracia. Lo ha demostrado con creces al convertir el Estado en patrimonio repartido no solo atendiendo razones políticas, sino incluso personales. Un Estado en el cual el Ejecutivo ha estructurado a su antojo el resto de los poderes, despojándolos de su finalidad garantista. Un Estado donde el Ejecutivo y el Congreso están al servicio de los intereses empresariales de los dirigentes del partido. Un Estado en el cual el Ejecutivo y el Congreso no rinden cuentas, y se burlan, en un connubio perverso, de los reclamos ciudadanos de derechos.
Que se consolide el dominio hegemónico de una sola de las fuerzas políticas es lo que hay que evitar el 20 de mayo. Por el bien de la pluralidad y la democracia, como dijera Fernández.

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