Aquí estoy, perdonen la molestia

Durante dos años abandoné mi “espacio propio”, el blog que creé cuando mi irreductible desesperanza entreabrió los ojos para decirme que en la infinita web había un huequito para mi. Escribí entonces algunos artículos, tan espaciados que hacían dudar a mis lectores, con justa razón, de mi afección a las nuevas “tecnologías de la información y la comunicación”. Y después sobrevino el casi absoluto silencio: encontré trabajo remunerado en 7dias.com.do y el tiempo para escribir en mi parcela cibernética desapareció como por arte de birlibirloque.

No he perdido la oportunidad de escribir en 7dias.com.do, un proyecto al cual amo, pero si la de la inmediatez, que ahora procuro recuperar, aunque me cueste. Cada palabra me sangra y cada tema será una expiación. Eso explica la frase de Kerstész que abre la puerta a estos desahogos, previsiblemente inútiles.

Ya sé lo que pasará cuando escriba y mande el aviso a quien me lo pida y a quien no. En Alexis o el tratado del inútil combate, Marguerite Yourcenar hace decir al protagonista, más o menos fielmente, que las mujeres conocemos el futuro: siempre esperamos lo peor. Por tanto sé que habrá quienes tendrán opiniones elogiosas, porque comparten mis puntos de vista. Esas las leeré con el corazón, mas no con la razón. Otros estarán de acuerdo a medias o no lo estarán absolutamente porque tienen sus propias y muy elaboradas opiniones que jamás serán ofensivas porque son intelectuales; esos serán mis mejores críticos, la savia que nutrirá las débiles raíces –lo confieso— que me atan a estos 48 mil kilómetros cuadrados de cárcel cultural y social. Los más, apuesto peso a morisqueta, serán aquellos que respondan a mis opiniones sacándome en cara mis trapos sucios, o los que ellos creen que lo son. Les advierto solidariamente, y para que economicen neuronas, que soy impermeable a la diatriba. Veo el país a través de los ojos de Francisco Moscoso Puello y, por tanto tienen pocas oportunidades de conmoverme. Pero sobre todo, no me molestarán porque creo que el individuo y las ideas son distintos. Como individuo puedo resultar irredimible --no dudo que yo lo esea; peor: estoy casi convencida de que lo soy--, pero mis ideas tienen que ser confrontadas en lo que ellas valen --mucho o poco-- so pena de hacer el más maldito de los ridículos.

Este es un correo de anuncio de que aquí estaré desde ahora, pidiendo perdón savateriano por las molestias que mis opiniones y el envío electrónico de ellas les caucen. Las potenciales molestias son el precio de ser cibernauta… para ustedes y para mi.