¿Margarita Cedeño personalidad cultural? No juegues, Lantigua

Aclaro de entrada que no me mueve animadversión alguna contra la primera dama Margarita Cedeño de Fernández. Más aún, confieso por ella una ilógica aunque sosegada simpatía, nacida de quién sabe dónde porque, salvo la homonimia, estoy segura de que no compartimos nada más. La psiquis humana es insondable.

Reconozco, sin embargo, que es ella una mujer tesonera y con agallas suficientes para conseguir sus propósitos en los más variados campos de esta intrincada y turbulenta vida. Algunos le atribuyen ambiciones políticas y aunque lo ha negado ambiguamente, algo ha puesto a cocer en el horno de su futuro.


Su capacidad de gestión está respaldada por los inagotables recursos puestos a su disposición por la Presidencia, a contrapelo de la institucionalidad. Afincándose en ellos, aunque no solo, Margarita Cedeño de Fernández mete la cuchara del Despacho de la Primera Dama –una creación con pretensiones modestas del gobierno de Hipólito Mejía— en las áreas más insospechadas, casi siempre en menoscabo de las competencias legales de instituciones del Estado.


Pues bien, el desarrollo de algunos de estos muy diversos e inconexos programas ha sido razón suficiente para que la secretaría de Cultura decidiera incluirla en su premiación a las personalidades culturales de 2008.


El anuncio de la premiación no tiene desperdicios. Dice textualmente: “La Primera Dama de la República, Margarita Cedeño de Fernández, recibirá el galardón por su singular apoyo al desarrollo de las artes y a la promoción cultural en la República Dominicana, siendo la Primera Dama del período democrático que mayor empeño y vocación ha demostrado por el arte y la cultura. Ejemplos: la nueva Biblioteca de la Juventud, Gira y Autobús para la Orquesta Sinfónica Juvenil, respaldo permanente a Cenadarte, programa Progresando de respaldo a la industria altersanal (sic), etc.”.


¿Son suficientes estos “ejemplos” para hablar de singular apoyo al desarrollo de las artes? Pues si, pero a condición de que se los aderece con una dosis tal de servilismo que haga vomitar sin remedio al estómago más resistente. Y eso es lo que ha hecho el secretario José Rafael Lantigua que, no por azar, ha inscrito en la pared frontal del local de la secretaría de Cultura, que hasta 1961 fue sede del oprobioso Partido Dominicano, una frase del presidente Leonel Fernández.


Este premio “despremia” a Lantigua, quien se congracia con el poder sin que le importe dejar a la vista de todos las partes pudendas de su gestión. Lástima que no esté solo. Él es parte de este continuo histórico dominicano durante el cual los intelectuales súcubos del poder florecen como hongos después de la lluvia. Han sido, son y seguirán siendo los abyectos propiciadores de los autoritarismos, de los endiosamientos autocráticos. A casi un siglo de distancia, Rafael Vidal tiene seguidores que forman legión.


Margarita Cedeño de Fernández podrá merecer todos los galardones imaginables en un país que los concede con prolífica generosidad. Pero el que recibió de la secretaría de Cultura no solo es inmerecido. Es la radiografía de la prostitución de nuestras instituciones. Y hace llorar por el país.