sábado, 28 de marzo de 2009

De Morales Troncoso a Roberto Salcedo, pasando por Almeyda y el senador Williams

En un país de instituciones débiles y ejercicio primario de la política, no hay día en que no ocurra algo que, de haberlas y ser extendidas, deba conmover la conciencia ciudadana y crispar la dignidad cívica.

En esta tarde de viernes en que acostumbro a pergeñar las dos o tres ideas –quizá sea pretencioso llamarlas así-- con las que nutro mi blog y los molesto a ustedes, varios de estos acontecimientos me urgen a que los trate antes de ser engullidos por una opinión publicitada chata pero implacable.

Se me ocurre comenzar por las declaraciones ofrecidas hoy por el canciller Carlos Morales Troncoso al programa “El Gobierno de la Mañana” sobre el veto de los Estados Unidos a la participación del presidente Leonel Fernández en la reunión que sostendrá el vicepresidente Joe Biden con los mandatarios centroamericanos para hablar del DR-CAFTA, que tan de cerca nos toca y al que le damos patronímico.

Dice Morales Troncoso que el presidente Fernández no está ofendido por la exclusión, y a mi me parece que la impropiedad diplomática en que incurre es garrafal. No entiendo bien la razón por la cual el ejecutor de la política exterior dominicana llama a un programa radial para hablar de un tema tan pesado, pero que encima diga que el Presidente no está herido en su sensibilidad (¿personal, política, intelectual, de líder continental?), solo puedo interpretarlo como un desliz típico de la gaseosa institucionalidad vernácula.

Hasta ahí ya está suficientemente mal, pero al parecer no conforme remata la chapuza declarando su percepción de que el veto estadounidense ha sido bueno porque quita oportunidad a los de siempre para criticar los muchos viajes del presidente Fernández. ¡Chapó! Que vetaran la participación del mandatario no es una cuestión personal, es política porque el país, no Fernández como individuo, ha sido excluido de las discusiones sobre temas que nos conciernen hasta la médula. Es, por tanto, cosa seria y merecía un tratamiento discreto.

Aunque menos aflictivos que el episodio anterior, e incluso diría que más bien hilarantes, son los desvaríos políticos del secretario de Interior y Policía, Franklin Almeyda. Mientras la delincuencia engulle de manera voraz la llamada “paz ciudadana” que deben garantizar los programas bajo su tutela, el funcionario “teoriza” con aires de sabihondo sobre la inducción política de los movimientos populares de protesta y haciendo acopio de un obsesivo y limitado arsenal de insultos denuesta a diestra y siniestra, como si estuviera convencido de que las palabras son capaces de pulverizar la creciente insatisfacción de un país que será paciente, pero no idiota. Ojalá y no despierte a su propia pesadilla.


Radiografía del desleimiento ético de casi la totalidad de los actores políticos dominicanos ha sido el intento intimidatorio del senador Alejandro Williams contra un grupo de periodistas en cuyos medios se publicó información sobre su presunta implicación en un fraude al Medicaid de los Estados Unidos, donde reside pese al veredicto de las urnas criollas. De esto me he visto obligada a hablar mucho, diría que demasiado. Repito, tan solo, que el procedimiento del “senador” es más propio de gangas del bajo fondo neoyorquino –como me acotara Carmen Imbert— que de un hacedor de leyes. Pero el Senado guarda silencio.


De los premios Casandra no hablo, que han sido desde el martes protagonistas primerísimos de comentarios de todo tipo. Además, no vi completo el espectáculo y lo que alcancé a ver me pareció desmañado. A lo que sí quiero referirme es a la Casandra que hecha estatua monumental enclavó el síndico del Distrito Nacional en la esquina formada por las avenidas Bolívar y Winston Churchill, previa y apresurada designación del tramo con el pomposo nombre de Bulevar de los Artistas o algo parecido. Cada vez que paso por el lugar, y lo hago todos los días, recuerdo aquel “monumento al agua” que erigió Rafael Corporán cuando también él era síndico capitalino: una fuente nutrida por una llave –tercera acepción del DRAE— hecha con multicolores luces de neón. Estética de motel dominicano que, gracias a no sé quién, desapareció de nuestro desastrado paisaje urbano. La incultura es impiadosa.


Hay más, pero me espera la noche.

3 comentarios:

  1. "Hasta ahí ya está suficientemente mal" jajajaja...Margarita, éste día sábado de un Santiago de Chile iluminado por un sol que no acepta la idea de bajar un poco la guardia para permitir la entrada de un otoño que espera su turno, me he gozado con tu irónica manera de escribir, toda vez que en el buque dominicano los capitanes burbujean incapaces de dirigir el barco hacia mares calmos por su permanente borrachera intelectual y peor aún, por la ausencia del más mínimo sentido común, aumentando aquel vaivén vomitivo de unas olas que no le dan tregua a la tripulación dominicana asqueada de tanto desorden imperante en la cabina del capitán.

    En buen chileno, desde ya hace unos años se usa la acepción "dar jugo", que se le adosa a todo aquel que luego de pasarse en el rojeo de las copas empieza a deslizar frases inconexas propias del estado etílico de avanzada. Podríamos decir perfectamente que por alla se "esta dando mucho jugo" jejeje

    Admiro como escribes, realmente quedo a la espera de tus próximas letras, y a pesar que ya no vivo en Dominicana, me siento muy cercano, quizás logré conocer la isla más que muchos de sus habitantes, y le guardo un amor entrañable.

    Quisqueya de mis amores, en mi corazón siempre estás y estarás.

    Un abrazo Margarita! y que tengas un gran finde!

    Alejandro Rivera
    Chile

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  2. Querida Alejandra, me conmueve como nos mira, a pesar que lidiamos con las mierdas morales que ves Margarita Cordero torea a gusto.

    Me gusta que alguien desde aquella delgada cordillera , chile tiene caderas finas bañadas por mar y arenas que lloran a Neruda su màximo cantor. Cuando te leo, me siento reconfortado y sè que el esfuerzo y el temple de nuestra Queens Margot, es de oro.
    La queremos mucho màs de lo que ella piensa, la queremos porque es un pedazo grande y coherente de la dignidad que siempre quisimos
    construir, gracias Alejandra, Gracias Margarita, hasta la ultima vena de sentimiento
    y amor... CFE

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  3. Que bueno que alguien se conduele de la memoria de Doña Casandra, que inoportuno homenaje y que inapropiado lugar para erigir la singular estatua; se confunde en ese desorden de postes de semáforo, registros y cablerío telefónico en el inútil e inhóspito boulevard. ¡Que acto tan kitsch! Estamos bajo el reino del mal gusto. P.M.

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