Fue lamentable, por no decir patético, el papel protagonista jugado por el Partido Revolucionario Dominicano en la aprobación del artículo 30 de la nueva Constitución que ya no es solo leonelista.
Durante meses, el perredeísmo proclamó a todo pulmón que por respeto a los acuerdos de 2001, pero sobre todo por su compromiso socialdemócrata, no transigiría en su reclamo de que si algún cambio sufría la Constitución éste fuera obra de una Asamblea Constituyente. Y justo el mismo día en que, con él o sin él, se iniciaban los “debates”, el PRD anunció su integración para “presentar alternativas favorables al pueblo y a sus intereses”.
Empero, sus asambleístas llegaron no solo desprovistos de las prometidas “alternativas”, sino de ideas. Lo único que traían en la alforja era la intención de aprovechar los puntos conflictivos y frente a los cuales los peledeístas pudieran tener diferencias, para tratar de alzarse con el santo y la limosna.
En la lista de esos puntos refulgía el malhadado artículo 30 de la nueva Constitución que --no lo olvidemos-- el presidente del PRD, Ramón Alburquerque, calificó en incontables ocasiones de despótica, autoritaria y antidemocrática. El artículo 30 hacía salivar a los perredeístas, y tanto era el placer anticipado de pensar que su aprobación los pone a un trís de ganar las elecciones en 2012, que les importó un bledo la realidad del aborto en la República Dominicana, las opiniones de las sociedades médicas y científicas, lo que sobre el tema preconiza la Internacional Socialista, de la que son hijos espurios, ni coincidir con la Fuerza Nacional Progresista –que infamó y difamó con saña a Peña Gómez— y a cuyo asambleísta Pelegrín Castillo se le atribuye ser ideólogo del artículo. Ni siquiera los sonrojó contrastar con el ejemplo de dignidad, coherencia, libertad y compromiso con sus votantes que daba un grupo del Partido de la Liberación Dominicana.
Digamos que el secretario general del PRD, Orlando Jorge Mera, tiene razones para ser defensor a ultranza del artículo 30. Miembro terciario de los Heraldos del Evangelio y colaborador del Opus Dei (http://serafin.edu.do/Ex-Alumnos(as)%20del%20mes/Patricia%20Selma%20Villegas%20Garcia.htm) hizo causa común con los enemigos tradicionales de su partido porque su primera obligación está con las organizaciones católicas a las que pertenece, las cuales imponen a sus miembros deberes de lealtad medievales y a las que sirven como cruzados de las posiciones sociales más conservadoras. Y ahí estaba él para lograr la colaboración del PRD con la conversión en delito de lo que su Iglesia cree pecado, para echarle la mano a Pelegrín Castillo, con quien coincide en el Opus Dei y con el cual tiene, por tanto, un fuerte vínculo de creencias quizá mucho más fuerte que con la mayoría de los miembros de su partido. (En http://www.clublospicos.net/, véase la lista de directivos, las “próximas actividades” y quién es el capellán, y en el “calendario de actividades”, a quién dedican la misa del próximo 25 de junio.)
Si la política quiere servir a los intereses colectivos, está obligada a ser laica. Si un partido se dice voluntariamente afiliado a una corriente de pensamiento que reivindica la libertad del individuo, la laicidad del Estado y la política, debe actuar en consecuencia. Y no es precisamente lo que ha hecho el PRD. Su autoproclamada condición socialdemócrata solo sirve para que muchos de sus dirigentes y miembros se pavoneen en congresos y reuniones internacionales, pero en nada sirve a este país que va a las urnas, cada vez con una mayor criticidad. Como ornamento, reditúa; como posibilidad de compromiso es un fardo, que como casi todo el pensamiento social y político que Peña Gómez se empeñó en dejarles en herencia, hay que tirar por la borda.
Nadie sensato defenderá que por su condición de terciario de los Heraldos del Evangelio o colaborador del Opus Dei, el secretario general perredeísta deba marginarse de la política. No, tiene tanto derecho a ejercerla como el que más. Lo inadmisible es que en esa condición jerárquica sirva primero a su ideología religiosa –una opción privada—antes que a la ideología política –un compromiso social— que su partido dice defender y tener como norma. Salvo que, como sospecho y digo en párrafos anteriores, la profesión de fe socialdemócrata del PRD no sea otra cosa que una de las muchas hipocresías a que nos tiene acostumbrados.
Desde luego, Orlando Jorge Mera no es el único y ni siquiera me atrevo a decir que el principal culpable de la lastimera posición del perredeísmo frente al artículo 30 de la Constitución que, aprobada, será también suya. El principal culpable es la intención del PRD de pescar en río revuelto, sin respeto ninguno por sus electores, por lo mejor de la política y ni tan solo por ellos mismos.
Alguien habrá ganado indulgencias marianas, pero el PRD ha perdido un poco más de su mermado respeto social.
Durante meses, el perredeísmo proclamó a todo pulmón que por respeto a los acuerdos de 2001, pero sobre todo por su compromiso socialdemócrata, no transigiría en su reclamo de que si algún cambio sufría la Constitución éste fuera obra de una Asamblea Constituyente. Y justo el mismo día en que, con él o sin él, se iniciaban los “debates”, el PRD anunció su integración para “presentar alternativas favorables al pueblo y a sus intereses”.
Empero, sus asambleístas llegaron no solo desprovistos de las prometidas “alternativas”, sino de ideas. Lo único que traían en la alforja era la intención de aprovechar los puntos conflictivos y frente a los cuales los peledeístas pudieran tener diferencias, para tratar de alzarse con el santo y la limosna.
En la lista de esos puntos refulgía el malhadado artículo 30 de la nueva Constitución que --no lo olvidemos-- el presidente del PRD, Ramón Alburquerque, calificó en incontables ocasiones de despótica, autoritaria y antidemocrática. El artículo 30 hacía salivar a los perredeístas, y tanto era el placer anticipado de pensar que su aprobación los pone a un trís de ganar las elecciones en 2012, que les importó un bledo la realidad del aborto en la República Dominicana, las opiniones de las sociedades médicas y científicas, lo que sobre el tema preconiza la Internacional Socialista, de la que son hijos espurios, ni coincidir con la Fuerza Nacional Progresista –que infamó y difamó con saña a Peña Gómez— y a cuyo asambleísta Pelegrín Castillo se le atribuye ser ideólogo del artículo. Ni siquiera los sonrojó contrastar con el ejemplo de dignidad, coherencia, libertad y compromiso con sus votantes que daba un grupo del Partido de la Liberación Dominicana.
Digamos que el secretario general del PRD, Orlando Jorge Mera, tiene razones para ser defensor a ultranza del artículo 30. Miembro terciario de los Heraldos del Evangelio y colaborador del Opus Dei (http://serafin.edu.do/Ex-Alumnos(as)%20del%20mes/Patricia%20Selma%20Villegas%20Garcia.htm) hizo causa común con los enemigos tradicionales de su partido porque su primera obligación está con las organizaciones católicas a las que pertenece, las cuales imponen a sus miembros deberes de lealtad medievales y a las que sirven como cruzados de las posiciones sociales más conservadoras. Y ahí estaba él para lograr la colaboración del PRD con la conversión en delito de lo que su Iglesia cree pecado, para echarle la mano a Pelegrín Castillo, con quien coincide en el Opus Dei y con el cual tiene, por tanto, un fuerte vínculo de creencias quizá mucho más fuerte que con la mayoría de los miembros de su partido. (En http://www.clublospicos.net/, véase la lista de directivos, las “próximas actividades” y quién es el capellán, y en el “calendario de actividades”, a quién dedican la misa del próximo 25 de junio.)
Si la política quiere servir a los intereses colectivos, está obligada a ser laica. Si un partido se dice voluntariamente afiliado a una corriente de pensamiento que reivindica la libertad del individuo, la laicidad del Estado y la política, debe actuar en consecuencia. Y no es precisamente lo que ha hecho el PRD. Su autoproclamada condición socialdemócrata solo sirve para que muchos de sus dirigentes y miembros se pavoneen en congresos y reuniones internacionales, pero en nada sirve a este país que va a las urnas, cada vez con una mayor criticidad. Como ornamento, reditúa; como posibilidad de compromiso es un fardo, que como casi todo el pensamiento social y político que Peña Gómez se empeñó en dejarles en herencia, hay que tirar por la borda.
Nadie sensato defenderá que por su condición de terciario de los Heraldos del Evangelio o colaborador del Opus Dei, el secretario general perredeísta deba marginarse de la política. No, tiene tanto derecho a ejercerla como el que más. Lo inadmisible es que en esa condición jerárquica sirva primero a su ideología religiosa –una opción privada—antes que a la ideología política –un compromiso social— que su partido dice defender y tener como norma. Salvo que, como sospecho y digo en párrafos anteriores, la profesión de fe socialdemócrata del PRD no sea otra cosa que una de las muchas hipocresías a que nos tiene acostumbrados.
Desde luego, Orlando Jorge Mera no es el único y ni siquiera me atrevo a decir que el principal culpable de la lastimera posición del perredeísmo frente al artículo 30 de la Constitución que, aprobada, será también suya. El principal culpable es la intención del PRD de pescar en río revuelto, sin respeto ninguno por sus electores, por lo mejor de la política y ni tan solo por ellos mismos.
Alguien habrá ganado indulgencias marianas, pero el PRD ha perdido un poco más de su mermado respeto social.
De acuerdo con la Sra. Cordero : el PRD, que como partido de oposición se esperaba mejor actuación, se prestó, de manera infame, al juego del que rabiosamente lo ha adversado:el eclesial.
ResponderEliminarEs decir Sra. Cordero, que si alguien no esta de acuerdo con su posición es despótico y medievalista. menuda libertad de expresión la que usted pregona.
ResponderEliminarDigamos que poco me interesa la opinión de los partidos politicos sobre el tema del artículo 30. Pero la mia si, y yo opino que la vida de cualquier persona, tenga un segundo de vida, como 100 años vale tanto como su vida o la mia, que nunca hay razón para matar, y que si usted considera que la madre tiene mas derechos que el hijo que está en su interior no sabe la definición de persona.
Yo no defiendo al Dr. Jorge, al que ni conozco, pero no veo bien a los periodistas que bajan al plano personal desacreditando a alguien, un tema en el que hay tantas personas involucradas.
Vi la pagina del club que usted refiere, quien es el capellan (ni me suena) y a quien va dedicada la Misa (un tal San Josemaria, etc.) y no veo la conección con su artículo. De hecho me parece una cosa muy buena y voy a conocer las instalaciones la semana que viene para ver de que se trata.
Yo no he ganado indulgencias marianas, de hecho, si estudia bien las indulgencias, descubrirá que no se puede ganar ese tipo de indulgencias. Luego pienso que el PRD no lo representa una persona (incisto que no tengo ningún vínculo con el PRD), pero si el Dr.Jorge es uno de los promotores del artículo 30, cosa que ignoraba, tiene mi más sincera admiración y apoyo.
Gracias por ser tan tolerante y publicar este comentario en su blog
No entiendo porque a todos se nos olvida el lema que está en nuestro escudo que dice Dios, Patria y Libertad...
ResponderEliminarEs una pena vivir en el mundo de espaldas a la vida...defender el derecho de una mujer a quitarle la vida a su propio hijo, no me parece patetico, me parece monstruoso. Por qué gastar tanta energía acabando con los que defienden el derecho del más indefenso, por qué no mejor invertir nuestro tiempo en mejorar nuestra sociedad para que tener un hijo no se convierta en un error...defendiendo los verdaderos valores que garantizan la construcción de una sociedad sana, sobre la base de la principal célula que es la familia.
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