martes, 19 de mayo de 2009

Cortar el niño en dos

Tanto se ha hablado del pacto firmado la pasada semana entre el presidente Leonel Fernández y el dirigente perredeísta Miguel Vargas Maldonado, que escribiendo sobre el tema diluviaré sobre tierra anegada. Y sin embargo, aquí estoy, cediendo a la tentación de agregar mis palabras a las innumerables ya dichas, pretensión de pitonisa en el país de la eterna adivinación.


Bueno o malo, no es esa la cuestión porque no se trata de ahcere valoraciones morales. Lo dijo el suizo Johann Caspar Bluntschli no sé cuándo, y me lo hizo conocer Savater en Libre mente: “La política debe ser realista; la política debe ser idealista: dos principios que son verdaderos cuando se complementan; falsos cuando están separados”. La cuestión es, entonces, si ha habido balance en esta decisión sorpresiva para la opinión pública, aunque el contrapeso haya sido aporte de uno solo de los firmantes.


Pero este pacto tiene intrahistoria, lo que no se ve en la superficie de nuestra cotidiana política. Y origen en la equivocación dialéctica de Leonel Fernández cuando se creyó con fuerza suficiente para hacer aprobar una nueva Constitución que llevara solo su marca, y ninguna otra, que lo consagrara padre de la “revolución democrática” de la que la reforma y su producto serían fermento. De pronto, a sus oídos descreídos llegaron palabras ajenas al libreto dado por seguro para un elenco que había sido puesto –creyó— no en un escenario, sino en un tablero de ajedrez.


Con los suyos mermados y un Partido Revolucionario Dominicano potencialmente adverso a cuestiones para él fundamentales, los números dejaron de cuadrarle a Fernández. La inversión cuantiosa y copiosa hecha en los reformistas comenzaba también a pesarle como un fardo: demasiado descaro, demasiada impudicia, en estos cheques al portador librados para arrimar cieno a la zapata de su obra política cumbre.


Como si fuera poco, en el horizonte de Fernández, el desastre previsible de una economía maltrecha, indiferente a su vocación de ilusionista, de consumado pintor de pajaritos en el aire. Ni un solo jeque ha venido al país aunque Fernández proclamó, al regreso de uno de sus tantos viajes inútiles, que las galabeyas desembarcarían incontenibles para ayudarlo a tropicalizar su sueño faraónico. Por el contrario, y como dato suficiente, el Banco Mundial y el BID le han cerrado la espita incluso para lo que más le urge: ponerle un paño tibio al acceso del sistema eléctrico, obligándolo a inventarse una emisión de bonos de colocación más que incierta.


Sin garantía ninguna de lograr “su” Constitución y con el agua de la economía llegándole al cuello, a Fernández no le quedó de otra: miró hacia Miguel Vargas Maldonado, más o menos ahíto del infundado “liderazgo” de Ramón Alburquerque y Orlando Jorge Mera, instruyendo al buen tuntún a los asambleístas o llevando agua a su propio molino confesional. Y Miguel Vargas Maldonado parece haberse “jartado” de que ambos estuvieran metiendo la mano en el saco de su capital político y decidió hacer lo que puede como anticipación de su segura presidencia partidista: negociar con Leonel Fernández poniendo como contrapartida el peso de su influencia en un Partido Revolucionario Dominicano cuyo fundamental interés es volver al poder en 2012.


Como no se trata de una cuestión moral, lo repito, no digo que el pacto es bueno o malo. Pero sí creo que le falta el equilibrio entre realidad e idealismo que lo haga verdadero. Realismo sobra, de ambas partes. Los líderes vuelven a imponer sus reglas, a decidir el destino de sus organizaciones, a prescindir del diálogo y el debate, por agobiadores que sean. Vuelve a primar la voluntad individual sobre la voluntad colectiva, el “yo” sobre el “nosotros”. Ni Fernández ni Vargas Maldonado, apuesto peso a morisqueta, fueron guiados por Bosch o Peña Gómez, sino por fechas precisas: los de mayos de 2012 y 2016.


No vale tampoco el argumento, por lo menos para mí, de que el pacto libera a la población del fardo de una reforma chabacana e interminable, que eso sería contraponer de manera arbitraria el perjuicio para la democracia y la institucionalidad causado por discusiones donde prevalecían intereses de una ambigüedad desquiciante, no lo será menos que ahora nuestros asambleístas solo levanten la mano para refrendar lo pactado.


Vargas Maldonado, y lo sabe hasta el médico chino, es dueño y señor del PRD. Solo Ramón Alburquerque (que a Jorge Mera no le cuadra porque, olvidado de sus funciones, asistió a la firma) ha imputado vehemente al pacto vulnerar la (acomodaticia, lábil, utilitaria) institucionalidad perredeísta. Así que se da por seguro que la negociación no provocará ni la más imperceptible fisura en el PRD.


No puede decirse lo mismo, sin embargo, respecto a Fernández y al Partido de la Liberación Dominicana. Aunque con otros matices y en otras circunstancias, el 2000 se repite: desprovisto de apoyos fundamentales, Danilo Medina se quedará esperando nuevamente su oportunidad. Cosas del realismo de una política que hace mucho se enemistó con los ideales.

2 comentarios:

  1. Hola, te escribi sobre lo que creo del articulo. Me parece brillante y cojo al final..

    Espero vuelvas sobre el tema, o es probable que me haya perdido uno anterior, todo es posible en este valle de làgrimas..
    Beijos, meo bem... CFE

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  2. Margotara....la verdad que tienes un dominio de la lengua española, que a cualquiera deja fuera de cancha, sobre todo cuando la utilizas para transmitir tus creencias y principios. Te felicito! Sabrina

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