Tengo una relación de amor-odio con las palabras. Las amo cuando abren en mi alma y en mi inteligencia espacios luminosos, cuando me cruzan como relámpagos o me estremecen y queman como rayos. Las odio cuando sirven para justificar lo espurio, cuando me quieren pasar gato por liebre y reducen mi humanidad a una retórica hueca, vacía de compromiso con mis semejantes.
Hoy, por ejemplo, leí la palabra trashumantes. Una palabra irresisteblemente bella y que en otras circunstancias, distintas al contexto en que la leí, hubiera amado. Soy una trashumante emocional. Cierro los ojos y con un mínimo esfuerzo de mi voluntad estoy en otro lugar. Sucede casi siempre que lo recreado es el paisaje donde alguna vez amé, creí amar o hubiera deseado amar, y que en el momento en que lo evoco es dueño absoluto de mis emociones y protagonista de mis recuerdos.
Mi trashumancia es más emocional que física y dinamo de mis placeres. Por ejemplo, cada vez que escucho Introduction 1936, un tema de The Shanghai Restoration Project, una emoción visceral me sitúa en Deauville, esa cinematográfica ciudad de la Normandía francesa que me hizo disfrutar un entrañable e irrenunciable amigo. No hablo de excepciones. Casi a diario, y para escapar de las estrecheces cotidianas que me atormentan con persistencia cilícica, levo ancla mental y atraco aquí y allá y acullá, siempre donde me plazca y donde el disfrute ha sido mi cómplice.
Pero hoy, 10 de junio de 2009, esa palabra llena de sugerencias placenteras me pareció bastarda y la desprecié. La leí en un cable de Efe, la agencia noticiosa española: “Los empleados quieren acreditar ante los jueces su relación laboral con la empresa azucarera para que la Justicia la obligue a regular su situación por escrito, pero la compañía alega que esto es inviable, ya que los trabajadores son trashumantes y no es posible proveerles de contratos”.
¿De qué va el asunto? Simple: alrededor de 500 trabajadores haitianos del ingenio Cristóbal Colón cometieron la impensable osadía de exigir a la familia Vicini, propietaria de la empresa azucarera, convertir en contrato legal los incontables años que han trabajado en sus inmensos campos de caña. Un reclamo cuya solución, en cualquier país que no fuera la República Dominicana donde en pleno siglo XXI existen familias como la Vicini, sería pan comido. Es decir, derechos laborales y basta.
¿Derechos laborales y basta? Ni pensarlo en este país cercado por el agua y cardúmenes de tiburones. Para refrenar nuestros éticos impulsos democráticos y vacunarnos contra el germen patógeno de la “haitianofilia”, están abogados como Mario Carbuccia. De él aprendí hoy (salvo que Efe culturizara su lenguaje), que trabajadores que han dejado la piel, la vida y los sueños (porque los tienen y por eso están en este país) en los cañaverales de los Vicini, son “trashumantes”.
¿Qué significa esta trashumancia de los trabajadores haitianos reclamantes? ¿Que pasan como ganado junto a sus conductores “desde las dehesas de invierno a las de verano, y viceversa” (RAE, dixit), o que (ibídem) 'dicho de una persona', cambian periódicamente de lugar? Carbuccia, empleado de los Vicini, se las vería negras para explicar lo que Efe le atribuye decir.
Como pedir legalidad es demasiado, para bajar los ímpetus reivindicativos y democráticos y de justicia social (hagan caridad, si quieren, que les gana indulgencias), los Vicini tienen mayordomos que rinden informes sobre quiénes van o no a los tribunales a exigir justicia. A los que desafiando todo lo que los humilla acuden ante el juez, los amenazan con el despido (¡cuánto esfuezo democrático!). Los Vicini, tranquilos: tienen en su nómina abogados que, como Carbuccia, hablan de “trashumancia” para justificar lo injustificable y que, sin proponérselo, terminan poniéndome en crisis. Mero efecto “colateral” de una hijadelagranputez.
Margarita...
ResponderEliminarEsa es la razón por la cual en Guayacanes quemaron el local del IDDI(ong pro vicini).
entonces ¿soy haitiano tambien?...por lo de trashumante...
ResponderEliminarsalvador sanchez
La familia Vicini está entre las 20 que, desde el ajusticiamiento de Trujillo, controlan el país y deciden en sus aposentos los destinos nacionales. No pienses que para ella los haitianos son los únicos trashumantes. ¿O porqué crees que para la mayoría de la población criolla no existe el sueño dominicano hecho aquí? Esas familias han dispuesto que sea la local una sociedad de paso, donde un alto porcentaje de la gente vive fuera o vive de lo que mandan de fuera y otro porcentaje mayor respira para oxigenar la esperanza de irse... Y el resto de la gente entrampada a veces ni se percata de que, a pesar de todos sus esfuerzos, no podrá librarse nunca del techo sobre sus cabezas, de que sus posibilidades de progreso y todas y cada una de sus elecciones vitales han sido determinadas de antemano por personajes sin rostro en escenarios de elegancia y comodidad saldadas con la miseria ajena, haitiana pero especialmente dominicana. Por eso sonrío amargamente cuando se hace protagonista de nuestra dialéctica sociopolítica a las marionetas partidarias, sin señalar siquiera con un dedo a quienes mueven sus hilos...
ResponderEliminarLuchy, eso es. Acertaste..El sueño nunca será local. Isla en tránsito como titula el Terror una de sus cancionesa allá por los 80s
ResponderEliminarExcelente blog, soy muy dominicano cuando comparto mi nacionalitad con personas como ustedes.
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