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Publiqué este artículo el 11 de noviembre de 1974 en el desaparecido periódico El Sol. Lo reproduzco hoy en homenaje a una mujer cuya voz es parte de mi biografía.
La oí cantar por primera vez en París. Específicamente en la fiesta que anualmente celebra el periódico L’Humanité. Y desde entonces, entre todos los militantes de la Nueva Canción, mi más profunda admiración se sitúa junto a ella.
Porque Mercedes Sosa no solo canta. Mercedes Sosa vive y comunica toda la fuerza de su propia existencia a quien la ve y la oye.
Es sencilla, sin afanes de diva. Pese a que sabe que quien la presencia no puede menos que sentirse empequeñecido ante la fuerza de su voz y de su arte.
Recuerdo al animador del espectáculo anunciando con insistencia, en los recesos de los otros artistas, la presentación de una Mercedes Sosa a quien calificaba de extraordinaria.
A mi lado, un inolvidable amigo árabe por cuyo entusiasmo, más que por el mío, desafiaba el frío de un septiembre avanzado y la pertinaz llovizna.
Y entonces fue ella, como fue la luz por obra y gracia del Verbo.
La recuerdo aparecer, con la larga túnica negra, en el escenario improvisado y precario de la fiesta. Con ella, las partituras, su tambor y el guitarrista.
Confesó, de entrada, que no sabía hablar francés, en su español-argentino, como queriendo justificar con la melodía de su voz esta carencia, ante un público que suponía ajeno a su lengua.
Una sola voz le sirvió de respuesta: ¡No importa, Mercedes, nosotros te entendemos! Y cuando comenzó a cantar, todos los latinoamericanos allí reunidos supimos que estaba llorando.
Llorando porque, como dijera luego, Mercedes Sosa ama lo latinoamericano. Llorando por la felicidad que le producía cantar en París antes que para cualquier otro público, para un público latinoamericano.
Entonces fueron las canciones, unas tras otras. Con el dolor de América, con la alegría de América, con la esperanza y las luchas de América.
Y fue el público participando con ella en esa fiesta robada a los franceses. Y fue ella, precipitadamente, repasando las letras de las canciones que escapaban a su memoria.
Y sus excusas por los lapsus. Y su risa. Y sus palabras de estimulo para aquellos que, por una razón u otra, se encontraban lejos de la amada geografía.
Y por último un ¡no te vayas, Mercedes! Que no pudo complacer porque la fiesta terminaba.
Así lo conté, en un domingo reciente, a Cholo Brenes y Chico González. Ellos me pidieron que escribiera sobre estas impresiones ahora, cuando el esfuerzo de la Central General de Trabajadores y el grupo Expresión Joven trae a esta mujer inigualable para que le cante a los obreros del músculo.
Ella, Mercedes Sosa, obrera de la canción y obrera del nuevo mundo que se construye a golpes de esperanza.
La oí cantar por primera vez en París. Específicamente en la fiesta que anualmente celebra el periódico L’Humanité. Y desde entonces, entre todos los militantes de la Nueva Canción, mi más profunda admiración se sitúa junto a ella.
Porque Mercedes Sosa no solo canta. Mercedes Sosa vive y comunica toda la fuerza de su propia existencia a quien la ve y la oye.
Es sencilla, sin afanes de diva. Pese a que sabe que quien la presencia no puede menos que sentirse empequeñecido ante la fuerza de su voz y de su arte.
Recuerdo al animador del espectáculo anunciando con insistencia, en los recesos de los otros artistas, la presentación de una Mercedes Sosa a quien calificaba de extraordinaria.
A mi lado, un inolvidable amigo árabe por cuyo entusiasmo, más que por el mío, desafiaba el frío de un septiembre avanzado y la pertinaz llovizna.
Y entonces fue ella, como fue la luz por obra y gracia del Verbo.
La recuerdo aparecer, con la larga túnica negra, en el escenario improvisado y precario de la fiesta. Con ella, las partituras, su tambor y el guitarrista.
Confesó, de entrada, que no sabía hablar francés, en su español-argentino, como queriendo justificar con la melodía de su voz esta carencia, ante un público que suponía ajeno a su lengua.
Una sola voz le sirvió de respuesta: ¡No importa, Mercedes, nosotros te entendemos! Y cuando comenzó a cantar, todos los latinoamericanos allí reunidos supimos que estaba llorando.
Llorando porque, como dijera luego, Mercedes Sosa ama lo latinoamericano. Llorando por la felicidad que le producía cantar en París antes que para cualquier otro público, para un público latinoamericano.
Entonces fueron las canciones, unas tras otras. Con el dolor de América, con la alegría de América, con la esperanza y las luchas de América.
Y fue el público participando con ella en esa fiesta robada a los franceses. Y fue ella, precipitadamente, repasando las letras de las canciones que escapaban a su memoria.
Y sus excusas por los lapsus. Y su risa. Y sus palabras de estimulo para aquellos que, por una razón u otra, se encontraban lejos de la amada geografía.
Y por último un ¡no te vayas, Mercedes! Que no pudo complacer porque la fiesta terminaba.
Así lo conté, en un domingo reciente, a Cholo Brenes y Chico González. Ellos me pidieron que escribiera sobre estas impresiones ahora, cuando el esfuerzo de la Central General de Trabajadores y el grupo Expresión Joven trae a esta mujer inigualable para que le cante a los obreros del músculo.
Ella, Mercedes Sosa, obrera de la canción y obrera del nuevo mundo que se construye a golpes de esperanza.
Un buen articulo digno de su memoria que a pesar de los anos pasados queda como su musica y su canto para toda la America. Gloria a "La Negra" su espiritu quedara entre todos nosotros.
ResponderEliminarUn abrazo
Juan Fach
Maggie desde ayer estoy triste, y siento que algo me duele dentro, a lo mejor es el alma. La muerte de Mercedes Sosa me remonta a los dias de luchas contra el regimen de Balaguer, y nuestra lucha por aca en NY por la libertad de los prisioneros politicos dominicanos,ella era un estandarte para nosotras@os.
ResponderEliminarLa conoci personalmente, a dias de su regreso de la Rep. Dom. donde habia participado en 7 Dias con el Pueblo. Eramos muy pocos en Carnegie Hall, pero esa mujer con su canto infundio mucho mas fuerza al espiritu de lucha de todos. Mercedes Sosa se nos fue fisicamente, pero su imagen, y su legado estaran vivo por generaciones.
Dinorah
NY
Hola, mujer: Gracias por compartir tan rica crónica. Como creo, con certeza, en el potencial de eternidad del alma humana -no en la muerte- quiero decir que Mercedes no ha muerto. Se nos fue su cuerpo, mas ella nos acompañara por siempre. Gracias. Cuidate
ResponderEliminarEntro a mi cuenta esta mañana ajeno a lo que pueda traer el dia... y revisando y clasificando los mails que tengo, añado a mis favoritos el link que una vez me convidaste en aquella feijoada.... y hoy nuevamente me trae a aqui!
ResponderEliminarLa verdad que tengo un remoto recuerdo de aquellas canciones de Mercedes Sosa que oia de chico en la sala de mi casa, sin embargo la puedo describir como alguien que me llegaba al alma... y esa voz tan caracteristica que se abria paso en la mas distraida conciencia para hacerse entender...
Fue una sorpresa para mi encontrarme con eso que escribes de Mercedes y mas que dar una felicitacion, soy alguien que escribe con temor a no decir tonteras, te agradezco por ese sentimiento que tus palabras de aquel articulo me hicieron sentir sobre alguien, que lamentablemente, mas conocia que lo que sabia de ella...
Gracias por compartirlo
"Vado" Astudillo