lunes, 18 de enero de 2010

Cómo me duele Haití


Acojo en mi blog el artículo que publica en Clave Digital mi hijo Nassef. Ambos tenemos el mismo dolor, pero también la misma fe.



"Tengo que reconocerlo, mi relación directa con Haití es limitada. Muy limitada. De hecho, lo visité por primera vez en septiembre del año pasado. Puerto Príncipe me pareció una ciudad maravillosa, poblada por seres humanos que escapan a la realidad de su pobreza enfrentando la vida con bríos y una sonrisa, y a veces hasta con alegría. Por eso pensé que, a pesar de lo que les gustaría a muchos, el pueblo haitiano y el dominicano no son tan diferentes. Son pueblos hermanados por la pobreza y por el ansia de vivir con dignidad.

Quizás a otros les parezca sucia, desordenada. Reitero que a mí Puerto Príncipe me resultó una ciudad con una fuerza vital asombrosa. Llena de contradicciones, sí. La pobreza más descarnada y la riqueza más ostentosa conviven, como aquí. Pero también es una ciudad que esconde en su seno bellos secretos: Las casas “pan de jengibre”, los jardines de una densidad casi selvática ocultados detrás de muros mustios y derruidos, la cocina maravillosa que asalta los sentidos y una música contagiosa incluso para quien está acostumbrado a los ritmos caribeños.

Pero sobre todo en Haití descubrí un pueblo como el mío, con ganas de salir adelante, con ganas de superar sus males históricos. Un pueblo que, incluso para el ojo novel de quien escribe, se levantaba de las cenizas y batía sus alas dispuesto a volar.

Recuerdo la energía vibrante que despedían sus habitantes, las ganas casi incontenidas de reformar las instituciones que me mostraron mis anfitriones. El entusiasmo que causaba un nuevo amanecer. Todo parecía conspirar para construir el futuro que ya se avizoraba.

En esa primera visita pude acudir al Palacio de Justicia y ver cómo las salas de audiencia se encontraban abarrotadas de ciudadanos interesados en el proceso de crear justicia. En ese mismo Palacio de Justicia murió la tarde del 12 de enero Micha Gaillard, un hombre maravilloso que me permitió el privilegio de ser su amigo en los últimos meses de su vida, y que lo será mío en lo que quede de la mía.

Lo segó un terremoto que amenaza con aplastar también las esperanzas de ese pueblo. Podrá cobrar su cuota de sangre y lágrimas, pero eso no lo logrará. El pueblo haitiano ha demostrado que es capaz de levantarse de las peores tragedias. Costará mucho, demasiado, más de lo que es humanamente comprensible cuando parecía alcanzable la meta de una sociedad más justa, pero lo logrará. La solidaridad del pueblo dominicano, la de la comunidad internacional y la fuerza probadamente indomable del pueblo haitiano le ayudará a sobreponerse de este contratiempo.

El destino de ese pueblo está escrito en su temple y no en sus calamidades. Por mi parte, la memoria de los que no están y el destino incierto de otros amigos me comprometen a hacer todo lo que esté en mis manos para que el pueblo haitiano, como el mío, pueda disfrutar de la libertad y la autodeterminación que sólo puede proveer la vida digna. Por ese compromiso y por todo lo que me enseñaste en tan poco tiempo te estaré eternamente agradecido, Micha.


Nassef Perdomo Cordero

2 comentarios:

  1. Estoy de acuerdo con lo dicho por Nassef. Yo tambien he trabajado con ese pueblo, con sus artesanos, con sus debiles instituciones y creo que puede salir adelante. No sin mucho esfuerzo, no sin superar esta indescriptible tragedia. Ojala que la solidaridad generada entre nuestros dos pueblos con esta tragedia se extienda y sobretodo se convierta en vias practicas y permanente de ayuda y colaboracion mutua.

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  2. De acauerdo Haiti es un gran pueblo vivo cerca de el lo visito a diario,me enloquece su entrega y su sed de avanzar,ayudemoslo,no con migajas,sino con la solidaridad que genera el alma buena de los Dominicanos. Alli debe de resurgir nuevamente las clarinadas de libertad del 1801.

    Luis Peña
    Manzanillodigital.com

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