martes, 17 de agosto de 2010

Un cambio para que todo siga igual


La sustitución de Rafael Guillermo Guzmán Fermín de la jefatura de la Policía no es un acontecimiento auspicioso en sí mismo. Nada indica que, de ahora en adelante, la institución comenzará a trillar caminos de respeto a los derechos ciudadanos, dejará de estar plagada de delincuentes o terminará su guerra de baja intensidad contra los más pobres.

Mantenido en el cargo por un año más de lo que ordena la Ley Institucional de la Policía Nacional, la proclividad dañosa de Guzmán Fermín no puede empero ser interpretada como estrictamente personal, sin vínculos con la jerarquía política; por el contrario, fue alentada permanentemente por la permisividad utilitaria de un presidente y un gobierno para los cuales los derechos individuales y ciudadanos son mera retórica.

De los métodos de Guzmán Fermín no haber sido considerados productivos para el grupo político gobernante, su nombramiento en la jefatura policial no se hubiera producido nunca. Él llegó al cargo precedido, y posiblemente avalado, por su fama de quirúrgico primario pero efectivo, harto conocida desde los tiempos del gobierno de Hipólito Mejía. Además, si los métodos del “Cirujano” no hubieran satisfecho la interpretación política que de la sociedad dominicana tienen el oficialismo y los grupos de poder, sus persistentes violaciones a los derechos humanos hubieran sido escarmentadas no solo con su separación temprana del cargo, sino como corresponde a un violador sistemático de los derechos humanos: haciéndolo pagar sus crímenes (unos 1,700 en tres años) de conformidad con las leyes. Como a todo el mundo.

Si ahora Guzmán Fermín sale de la jefatura policial –con un año de retraso, reitero— es porque al presidente Leonel Fernández le conviene. Sabe que una parte significativa de la sociedad estaba ahíta de un funcionario para el cual matar a un “delincuente” tenía visos heroicos, y apostó a su propio proyecto político; es decir, a dar la fementida impresión de que satisface un reclamo extendido de mayor seguridad ciudadana que el ex jefe policial, y ahora asesor presidencial, estaba imposibilitado de escuchar.

¿Cambiará la Policía bajo la jefatura de José Armando Polanco Gómez? No lo creo, y la razón es simple: como lo demuestran los hechos cotidianos, la Policía es más una organización delictiva que una institución sometida al poder civil para garantizar la seguridad de la población. Ella es parte de la visión que el poder –y aquí incluyo a los empresarios que recientemente invitaron a Guzmán Fermín como orador del almuerzo de la Cámara Americana de Comercio sin preguntarle por los crímenes de los que es responsable— tiene de su relación con la sociedad. Mientras sus intereses no sean lesionados, los derechos ciudadanos pueden ser tranquilamente regurgitados por los rumiantes del “orden”. Guzmán Fermín fue una pieza más en el tablero de la seudodemocracia dominicana.

No he hecho en estos tres años nada extraordinario, sino cumplir con mi deber”, dijo Guzmán Fermín en su despedida del cargo (algunas crónicas periodísticas hablan de que tenía los ojos llorosos), y no mintió: fue el gozoso perro de presa de, entre muchos otros, un presidente Fernández al que jamás le ruborizó la sociopatía de su subalterno.

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