lunes, 20 de septiembre de 2010

Indiferencia frente al abuso


Debí escribir, y era mi intención hacerlo, la parte conclusiva de los artículos que he dedicado al periodismo dominicano, pero un hecho acaecido el miércoles 15 me obliga a poner esta conclusión entre paréntesis. Me refiero a la agresión a tiros de que fue víctima el mensajero Isael Rossó Peña de parte de un agente de la Autoridad Metropolitana del Transporte (AMET).

El hecho, execrable en sí mismo, fue coronado por la obscena rueda de prensa convocada por José Aníbal Sanz Jiminián para justificar la agresión a un “delincuente” valiéndose del testimonio de José Luis Fabián y Maritza Álvarez, víctimas de un asalto que culminó con las heridas a Rossó Peña y que este viernes en la tarde, cuando escribo, lo mantienen al borde de la muerte.

Escuchar el audio de esa rueda de prensa causó en mí un efecto vómico: de la irresponsabilidad ante el exceso criminal de uno de sus agentes, Sanz Jiminián pasó al intento de hacerlo aparecer como un heroico acto de defensa de la seguridad ciudadana utilizando a una pareja firmemente convencida de que a la “autoridad” hay que “respetarla”.

Decenas de personas fueron testigos del crimen del agente de la AMET, y se llenaron de indignación hasta rebosar. Narraron a todo aquel que quiso oírlos que el joven Rossó Peña fue baleado estando detenido y cuando intentaba mostrar sus papeles, posiblemente los que avalan la propiedad del motor en que se transportaba.

Pero digo que la rueda de prensa fue convocada para justificar la agresión al “delincuente” y me quedo corta, cortísima. Todo lo dicho por las autoridades de la AMET y por la propia pareja Fabián-Álvarez tenía un sello clasista insoportable. El motorista, pobre a mil leguas de distancia, debía obedecer la orden de pararse que desde su yipeta le gritó Fabián. Se lo ordenaba alguien ostensiblemente superior a él. Pero además, y son palabras de Fabián, debió pararse “cuando se lo ordenó la autoridad”. Encontró eco en su mujer para quien no es posible que gente como ellos, trabajadores y correctos, no puedan transitar en su yipeta con los vidrios bajos.

Junto al joven herido no se encontró la cartera robada a Álvarez, pero el detalle no disuade de acusarlo de delincuente. Allí, en la sede de la AMET, estaban ambos, representantes de una clase media indiferente a la violación de los derechos humanos. “A mí lo que me importa es la salud de mi esposa”, dijo Fabián cuando los periodistas le preguntaron si era necesario disparar contra Rossó Peña.

Venido de un recóndito campo azuano, el joven mensajero fue descrito por sus compañeros de trabajo en la empresa Tasker y sus ex compañeros de la pizzería Il Capo como un hombre tan discreto “que apenas se sentía”.

Si su muerte llega a ocurrir a consecuencia de la gravedad de las heridas, casi con toda seguridad lo hará también discretamente, sin hacerle sentir a la sociedad el sonrojo de no indignarse frente a hechos como este.

2 comentarios:

  1. Maggie cada dia recuerdo con intensidad un pensamiento de Martin Lutther King que reza:
    "No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más preocupa es el silencio de los buenos".

    Al parecer nuestra sociedad se ha quedado ciega, sorda y muda, mas no importa, sigue escribiendo aunque seas de las pocas voces que parecen clamar en un desierto.

    Dinorah Cordero

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  2. En esta maldaita sociedad de clases, el ser pobre y negro sobre eso, es un pasaporte a la desgracia, al atropello, a las injusticias, a la indiferencia.

    Estoy loca que algun dia "ajorquen blancos"

    Lucia

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